viernes, 13 de abril de 2007
VELILLA DE SAN ESTEBAN - La antigua estación de tren de la línea férrea Valladolid-Ariza ha vuelto a abrir sus puertas convertida en casa de turismo rural, bajo la dirección de Eduardo Esteban.
Sólo un enamorado del ferrocarril como el pintor Eduardo Esteban podía poner en pie este sueño: convertir el antiguo apeadero de Velilla de San Esteban en una casa de turismo rural.
Para ello han hecho falta años de trabajo, esfuerzo y dedicación para conservar los pocos elementos que quedaban en pie de esta antigua parada de tren y devolver el esplendor que un día tuvo la vivienda del jefe de la estación, la recepción y volver a sembrar césped allí donde el carbón del tren había inutilizado el andén de crecimiento vegetal.
La aventura de este sanestebeño comenzó hace más de ocho años, cuando alquiló el apeadero e instaló allí su estudio.
Desde entonces, con mucho sacrificio económico y el apoyo de construcción de su padre, comenzaron a trabajar para que el edificio siguiera en pie, porque faltaban la mitad de las tejas y peligraba su estructura ya que las goteras llegaban hasta la planta baja de este edificio de tres plantas y sótano.
Se pusieron el mono de trabajo y comenzaron a buscar en antiguas estaciones abandonadas y en escombros de obras de derribo elementos que devolvieran el sabor del ferrocarril a este apeadero que nunca tuvo mucho tráfico al estar situado entre Langa de Duero, donde resposaba el tren, y San Esteban de Gormaz.
Eduardo Esteban es un artista y eso se nota en la decoración de esta casa, con un aire diferente.
Uno puede sentarse en su jardín y ver pasar una vía de tren que ya no lleva tráfico discurrir paralela a la nacional 122.
Allí disfrutará de un edificio que no parece propio de estas tierras.
Nos cuenta Eduardo Esteban que cuando rascaba las ventanas y puertas de este edificio descubrió su origen francés y es que el proyecto de la línea férrea Valladolid-Ariza contó con trabajadores como los obreros de Eiffel, el de la archiconocida torre parisina.
Por eso este edificio recuerda al centro de Europa, con tejados empinados.
Pero este apeadero cerró sus puertas en el año 1985 y desde entonces no se había vuelto a abrir y se había quedado reducida a cuatro paredes.
En el año 1998 Eduardo Esteban se anima a llegar a un acuerdo con entonces Renfe, hoy ADIF, para alquilar el lugar, como hacen otros muchos interesados, (un interés que hoy debido a la ocupación inmobiliaria de ADIF ha subido) y la alquiló como estudio, pero dejando claro que en un futuro podía ser una casa de turismo rural.
"Habría sido pionero"- asegura el propietario pero esperó a julio de 2006 pare renovar el contrato por 8 años y abrir las puertas el pasado mes de marzo.
Muchas cosas recuerdan el sabor del tren, aunque ya no piten los vagones.
Incluso colgado de lo que fue la taquilla de compra de billetes (hoy pared de una habitación) están colgados la bandera y el palo que el propio Eduardo Esteban se encontró en un paseo por la estación de Langa de Duero.
Un techo de un vagón hará las veces de porche para protegerse de la lluvia y el resto: obra e imaginación del creador.
Cuatro habitaciones con capacidad para diez personas componen la oferta y cada una decorada de una manera distinta y recibiendo distintos nombres de la zona: Myo Cid, Río Duero, Atalaya o Románico, donde se puede contemplar un peculiar fresco, obra de Esteban, que no dejará indiferente al visitante.
Aún sin tren, este apeadero está hoy mejor que nunca.