El parque del románico en el paraje del Molino de los Ojos se convirtió en el escenario perfecto para realizar un viaje por los coros de zarzuela más destacados y reconocidos “tanto del género grande como del género chico”, como explicó la directora de la Coral Villa de San Esteban, Jessica Redondo Fresno, tras el concierto de zarzuela que ofreció la formación ante un lleno total.
Con una demostración de buen hacer tanto en la parte musical y vocálica como en la puesta en escena, los miembros de la coral, dirigidos por Jessica y acompañados al piano por Oscar Gallardo, hicieron disfrutar al público con los dos actos, al igual que en las zarzuelas del Teatro Real de Madrid, con un repertorio “muy exigente”.
Con los cantantes vestidos de chulapos ellos y de madrileñas ellas, nada hacía desmerecer a los vestuarios de las zarzuelas de la capital, donde alquilaron el vestuario con el que sorprendieron al público, que iba siendo recibido a su entrada con claveles y barquillos madrileños que se regalaban a grandes y pequeños.
El interior del edificio rememoraba a la castiza verbena de la Paloma, con mantones en los laterales como si colgasen de balcones; en el ábside unas luces de verbena de pueblo y banderines festivos y, en los laterales, varios geranios rojos y una mesa con unas jarras de vino y gaseosa de marcas antiguas de la comarca (La Burgense y Maydagán).
Con este atrezzo solo faltaba que los miembros de la Coral subieran al escenario, Gallardo se colocara al piano y Redondo al frente del grupo batuta en mano, para que el público comenzara a disfrutar con las canciones que iban interpretando, en un festival que comenzó con El bateo, la gavota del músico de Paso y Domínguez y siguió el coro de pescadores de Los gavilanes, antes de dar paso a la zarzuela cómica de El Rey que rabió, o una de las grandes zarzuelas del siglo XX, Doña Francisquita o el Huésped del sevillano del coro de lagarteras y la salve marinera que bajo el nombre de El molinero de Subiza completaron el primer acto.
Tras un breve descanso llegó el tango de Marina, la gran obra escénica de Arrieta y la archiconocida obra de Chueca, Agua, azucarillos y aguardiente con el coro de niñas, que recuerda a los jardines de Recoletos y el corte andaluz del zapateado de La tempranica que recuerda la vida del gitaneo granaíno.
La rosa del azafrán como pasacalles de las escaleras, la ronda de los enamorados de La de Soto del Parral y la Chulapona de Moreno Torroba, que recoge el baile del schottish pusieron el punto y final al programa que se completó en los bises con La verbena de la Paloma.