Felisa Fresno, con su jubilación se cierra un referente hostelero

miércoles, 17 de enero de 2024
SOCIEDAD - A sus 68 dice adiós a un negocio que creó junto a su marido Dionisio Perdiguero y al que han dedicado toda su vida

El pasado 31 de diciembre no solo se acababa el año, sino que también dejaba de estar detrás de la barra y los fogones Felisa Fresno Torre quien a sus 68 años se jubilaba y pasaba a disfrutar de “paseos y el día a día” junto a su marido, Dionisio Perdiguero Yunquera que, a sus 77 años, también lleva décadas siendo un referente en la hostelería de San Esteban de Gormaz.

Aunque Dionisio lleva ya unos años jubilado es habitual verlo todavía charlando con los clientes en su establecimiento, el bar Perdiguero, frente a la estación de autobuses de San Esteban de Gormaz, un negocio que abrió sus puertas en 1979 y en el que Feli, como la llaman todos en la localidad se ido “adaptando a los nuevos tiempos”, cambiando las copas nocturnas por hamburguesas cuando el perfil del público cambió y después por los platos combinados.

El destino quiso que la hostelería les uniera en los años 70, a Dionisio, un hombre proveniente de “familia humilde trabajadora”, de padre pastor y madre ama de casa que tuvo que, al igual que sus hermanos ”buscarse la vida fuera”, trabajando en Navaleno, en Calella, hasta que un día decidieran regentar todos los hermanos juntos en hostal de la localidad ribereña. El destino quiso que Felisa, que había nacido en Atauta pero había pasado por Ines siguiendo el trabajo de su padre, sacristán y agricultor y Torretartajos, acabara “con casi 18 años” trabajando en el hostal, donde conoció al que ha sido el gran amor de su vida y padre de sus cuatro hijos: Sonia, Vanesa, Mauro y Waldo.

Porque el 5 de agosto de 1973, Felisa se casó con Dionisio y de hecho este año han cumplido las bodas de oro y “lo celebramos como la ocasión merecía”, incluso con la música de la Salmonete Band que hizo un esfuerzo por estar compaginando sus compromisos estivales con ofrecer un pasacalles a esta pareja, algo especialmente emotivo “por la de veces que nos ha dado Felisa de comer”, explicaban los músicos, porque lo cierto es que es raro que, independientemente de la hora, al preguntar a Felisa si tiene algo para cenar, haya dado una negativa como respuesta.

Porque la pareja, después de cinco años al frente del hostal los hermanos decidieron emprender negocios separados y mantenían la ilusión de abrir un restaurante, aunque finalmente abrieron un bar, cuando su tercer hijo todavía tenía solo unos meses. Todavía resulta difícil explicar cómo Felisa podía compaginar el sacar adelante a cuatro hijos y regentar un negocio, aunque la clave es “tesón, sacrificio y muchas horas sin dormir”.  Allí comenzaron a potenciar sus habilidades, Felisa en la cocina y Dionisio de cara al público, dejando de lado aficiones como salir al campo, desde pescar cangrejos, coger setas o caracoles compartida por ambos o la costura en el caso de esta mujer que se jubilará en breve. Ahora tendrán difícil “saber a qué dedicarse” porque no están acostumbrados a estar en casa a veces nada más que para dormir.

Ambos llevan “una vida en cuerpo y alma” con 365 días abierto, muchas horas detrás de la barra, dejando un legado en el que sus hijos saben que “se han sacrificado para sacar un duro para tirar hacia delante”. Aunque todavía no se sabe qué va a pasar con el negocio familiar, “mucha gente dice que si se cierra les va a dar mucha pena” y a ellos también porque han observado cómo “San Esteban se está quedando sin negocios, sin bares y lo que se cierra es difícil que se vuelva a abrir”, cosechando “el cariño de muchos años”, por lo que si sus hijos siguieran con ello “sería la mayor satisfacción que se podría tener”.

Y es que en estos años se han tenido que reinventar muchas veces y han sido testigos de cómo han cambiado los hábitos y costumbres. Felisa dejaba a los niños acostados temprano para ir a ayudar al bar en las primeras copas a las que “bajaba gente de todos los pueblos” y se veía obligada a acudir varias veces durante la noche a casa para “dar una vuelta” a los chavales, que había dejado durmiendo. Con los tiempos se fueron abriendo más bares de copas y entonces se “readaptaron” y comenzaron a vender hamburguesas y bocadillos por la noche con “gente de toda la comarca que todavía se acuerdan de esas hamburguesas de madrugada”. Pero no terminó ahí su aventura, porque cuando ese negocio comenzó a descender, animados por sus hijos, comenzaron a servir platos combinados.

Entre plato y hamburguesa y entre copas de madrugada, son muchos los secretos y anécdotas que han cosechado durante más de cinco décadas al frente de la hostelería aunque “todo bueno, nada malo”, quizás porque Felisa siempre salía de la cocina con una sonrisa para atender a sus clientes.

 

 

 

Informa Ana Hernando
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